Según Wikipedia todapoderosa, la bicicleta es un vehículo de dos ruedas, que suelen ser del mismo tamaño y dispuestas en línea. Sirve para el transporte, gracias a la fuerza que se ejerce sobre los pedales, ésta se transmite al piñón de la rueda trasera a través de una cadena de eslabones planos y así se produce el movimiento. La paternidad de la bicicleta se le atribuye al barón Carl von Drais, inventor alemán. Su rudimentario artefacto, creado alrededor de 1817, se impulsaba apoyando los pies alternativamente sobre el suelo. Acabo de salir de una ducha larga. Sin demasiada culpa (por la escasez de agua) porque la verdad es que no me había bañado en tres días o algo así. Desde niño, tengo la costumbre, o más bien tradición, de dejar de bañarme días antes de una fecha especial, para que cuando llegue, lo hago y pueda sentirme más limpio que nunca, preparado, dispuesto, como se sentiría un lienzo en blanco a punto de jugar paintball.
Y esa es la segunda razón más importante porque la que no recogeré el desorden. Recordará, amigo imaginante, haber mordido una manzana de esas rojas, grandes que resulta estar podrida por dentro, de esas que aunque la escupa parece tatuarse en su lengua. He llegado a pensar que en ese instante, aun con la manzana en la mano, podemos ver ciertas cosas con más claridad.
Una amiga bailarina poeta, uno de esos seres cuya sensibilidad los viste y los reviste, apropósito de la Bicicleta, dijo algo como esto “sí, ya lo onírico, lo imaginativo no está ahora lanzado a un desierto, allá a las afueras como sucedía en la era surrealista”. Y aquí, creo yo, que todos los imaginantes de este mundo debemos agradecer infinitamente a Daniela Guglielmetti, Maria Gabriela Montero Lovera y a su Sabia vida savia (gran poemario ilustrado o ilustración poetizada, un tesoro editorial de nuestra década) ¿por qué? Por darle un nombre a esos
nuevos aires en un experimento en el cual dos palabras que parecieron irreconciliables, copulan “irrealismo pragmático”.
El irrealismo ahora puede ser pragmático. No es necesario cerrar los ojos para montar una bicicleta alada. Claro “si el sueño de la razón produce monstruos” también el sueño de la cotidianidad puede. Por eso es que Daniela y Gabriela hicieron del “irrealismo pragmático”, un manual. Un libro de iniciación para aquellos que deseen respirar estos aires. Justo como un libro de caballería, de donde lo jóvenes medievales aprendían ética y moral (no moralismos, verdadera formación de humanidad y humanismo). Somos jóvenes muchos los de esta era, lo cual llena de sentido la creación de un manual para sobrevivirla y entenderla.
Y allí, la mencionada lucidez, amigos, que nos permite que la manzana imaginaria ruede desde las faldas de la colina hasta nuestros pies, y aun sabiendo que está podrida, queramos morderla de nuevo porque sabe generar pulsión poética, realismo pragmático, real vida.

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