viernes, 19 de marzo de 2010

miércoles, 17 de marzo de 2010

martes, 16 de marzo de 2010

Primeras semanas de clases (Parte IV)



   Pasada la primera semana, con todo el calor, con el temor mudo de que nunca llueva. Mi árbol vecino de la calle de en frente supo retoñar. Imaginante, querido, compare con la foto anterior. 

Primeras semanas de clases (Parte III)

   Soñé que merendaba con María Fernanda Palacios (profesora de mi nuevo semestre), y alguien más, creo que un compañero de clases de semestre superiores. Hablábamos de la falta de tacto del sistema educativo con respecto a la vocación de nuestros bachilleres... Sí.

   No he seguido haciendo cuadernos, porque ahora me dedico a ponerme al día con mis materias víctimas del atraso de aquella semana en la que estuve ausente(y el silicón líquido sigue en mi poder, ayer los chicos del Centro de Estudiantes se preguntaban acolaradamente sobre su paradero. Debo devolverlo). Cuando digo ausente, quiero decir ausente de la Escuela, no ausente de mí mismo: por un lado Rainer Maria Rilke (poeta checo, héroe de imaginantes, maestro universal), me respondió una carta que no le escribí yo, pero sí el joven F. Kappus, embajador de la inquietud poética juvenil. 

   Entre en usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir, ponga a prueba si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón; reconozca si se moriría usted si se le privara de escribir. Esto, sobre todo: pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, si hubiera usted de enfrentarse a esta grave pregunta con un enérgico y sencillo debo, entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio de ese impulso. 

  Me limitaré sólo a comentar lo siguiente. Releí este fragmento  de la primera carta de "Cartas a un joven poeta" miles de veces, batallé con él, discutí, lo abracé para  luego desembocar, entre otras cosas, en la idea de que a veces el acto mismo de la pregunta funciona como respuesta. Es decir, la pregunta a veces basta. Y bueno, no creo que Rilke nos haya escrito eso para que nos amordacemos con preguntas que piden respuestas como perros hambrientos, valga la distinción de eso con una inducción más mesurada, paciente, hacia el cuestionamiento. En fin, dejaré que ese fragmento lata en usted como quiera, como le corresponda. 
   Por otra parte, en estas primeras clases con María Fernanda Palacios, ha sido recurrente el tema de la memoria, esa presencia sacra que nos diferencia a los imaginantes de los alucinados. Lo cual definitivamente enmarcó mi semana de ausencia ¿a dónde fui? Fui a no negar mi pasado, a terminar un viejo proyecto con la dignidad merecida. Estuve cumpliendo mis asignaciones de la obra “La varita, la piedra y la capa”, una adaptación teatral de un relato de “Los cuentos Beedle el bardo” de J. K. Rowling a cargo del grupo de teatro juvenil “Fábula”. Es cierto que era otro en el momento que acordé dirigir el arte de esa obra, pero también es cierto que necesito respetar a todos los Pedro I., los del pasado, los del futuro, los del presente.

Nota: las imágenes son dos fotos del pizarrón luego de una clase de Necesidades Expresivas con María Fernanda Palacios.