lunes, 22 de marzo de 2010

Primeras semanas de clases (Parte V)

Uy. Entre bodas, viajes, y otros desbarajustes se me olvidó montar esto hace unos días: 

   Ayer llovió. Hace ya unas semanas, la primera clase de Teoría literaria IV con la profesora Elena Cardona comenzó con esta frase en la pizarra acrílica “teoría es un término desafortunado”. 

   Prosiguió con un discurso de legitimación del oficio, o quizás a juzgar por la determinación de su voz, por el brillo de su mirada, de la legitimación de una pasión. 
   
…El cielo abrió sus poros para respirar a cantaros. El pasillo de Filosofía y Letras se paralizó. Mucha gente aplaudió, otros se hicieron los duros, pero yo también lloré de alivio ¿cuántas tensiones no soltamos? Corrí, me abrí paso entre la gente conmocionada y llegué a la Tierra de nadie para bañarme. Ya había varios amigos celebrando lo mismo con la misma euforia. Libertad para los cielos, libertad para el azul.
    Jaime Lopez- Sanz, profesor de Poesía y poetas (otra materia de mi nuevo semestre) repetía una y otra vez “Zeus se apiadó de nosotros” o “Zeus soltó las aguas, al fin”. Y la clase de Teoría también paró, la profesora Cardona apoyaba sus manos en la parte alta de sus caderas mientras contemplaba junto a sus alumnos la especie de milagro. 

   La teoría no niega la lluvia. Aunque no se bañó con nosotros en Tierra de nadie, también la vivió. Es cómodo, sencillo pensar en el teórico y el crítico (no es lo mismo, de hecho, creo haber escuchado en esa clase “toda teoría literaria produce crítica”) privándose de las pasiones. 
   No es así necesariamente. Podemos imaginar, si queremos, a un Roland Barthes leyendo su primera novela, cuento, poema que lo llevó a dedicar su vida a la creación de la razón, a la búsqueda de herramientas para entender aquel lenguaje tan inusual y diferente del resto, que es el literario. La teoría nos ayuda a entender la obra, la crítica a acercarnos a ella. Son discursos de la objetividad, porque son por y para el objeto que es la obra… Sin embargo, es tarea del imaginante, y del ciclista por tanto, no comer de la distancia entre el autor y la obra, y abrir un hoyo para ver un poco más de la pasión del teórico así como debemos hallar el plumaje de las piedras o lo metamórfico de un ave. 

  Hablando de eso, para ilustrar, les dejo aquí el monólogo del crítico culinario de la película “Ratatouille”, Anto Ego (si no la ha visto, con la mejor de las intenciones, le recomiendo que deje de leer): 


   En muchos sentidos, la labor de un crítico es sencilla. Arriesgamos muy poco y sin embargo disfrutamos de una posición privilegiada sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su persona a nuestro juicio. Prosperamos gracias a la crítica negativa, la cual es fácil de escribir y leer. Sin embargo, la amarga verdad que debemos enfrentar nosotros, los críticos, es que en el gran orden de las cosas la pieza promedio de basura es más significativa que la crítica que la califica de esa forma. 
    Pero hay ocasiones en que un crítico realmente arriesga algo, y esto ocurre en el descubrimiento y defensa de lo nuevo. El mundo es a menudo cruel con los talentos nuevos, las nuevas creaciones; lo nuevo necesita amigos” 

  Anoche, yo experimenté algo nuevo, una cena extraordinaria proveniente de una fuente particularmente inesperada. Decir que tanto la comida como su creador han desafiado mis prejuicios acerca de la buena mesa es una grosera moderación. Lo cierto es que me han sacudido en lo más profundo de mi ser. 
   En el pasado, no he ocultado mi desdén hacía el famoso lema del Chef Gusteau´s: “Cualquiera puede cocinar”. Pero me he dado cuenta que sólo ahora he entendido realmente que es lo que quería decir. No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede venir de cualquier parte. 

   Resulta difícil imaginar orígenes más humildes que los del genio que cocina ahora en Gusteau´s, quien es, en la opinión de este crítico, nada menos que el mejor chef en Francia. 

Volveré pronto a Gusteau´s, hambriento por más. 

Anton Ego. 


   Teoría y crítica son términos desafortunados, pocas veces recordamos las grandes pasiones que las impulsan, su sentido en la vida del arte, y cómo la lluvia, el ratatouille que recuerda la infancia, cuando le llegan al crítico lo abrazan con tal intensidad que cualquier imaginante de otro orden envidiaría.

Nota: la primera imagen es de la película "Cantando bajo la lluvia" (así debíamos vernos bailando en Tierra de nadie), la segunda y la tercera son capturas de "Ratatouille".

2 comentarios:

  1. Ay Bici, que lectura tan satisfactoria.

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  2. Me deja con cierto sabor indescriptible en la boca, y algunas lagrimitas reprimidas también

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